Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




miércoles, 28 de diciembre de 2011

Forsaken




Puede que me esconda en las sombras, camine entre tinieblas y cayese en el Abismo...

Pero salí de él, y no soy la única...

No, no soy la única.

Puedes abandonarnos, puedes arrinconarnos... pero sobrevivimos.

Somos los que no somos como los demás. Somos los que somos diferentes.

Simplemente somos nosotros.

Y no nos puedes eliminar...

Has estado dormido durante mucho tiempo, y ahora debes despertar. Así que coge mi mano, y te mostraré que un cristal tiene más facetas de las que puedes contar.

Ya ves, no puedo ser abandonada... sin que haya consecuencias.


(Si aquellos que andamos por los márgenes de la sociedad debido a ser "distintos a lo normal" nos identificamos tanto con seres de otro mundo, es por una razón bastante lógica... y qué demonios, me gusta esta canción. Y sí, recuerdo qué día es hoy... you see I don't want to forgotten...)



lunes, 28 de noviembre de 2011

Paseando entre tumbas (cuatro años después)



Shhh... silencio. Al que una vez se llamó muerte del tiempo. Ven, acércate a las puertas. Esta noche, como muchas otras, están abiertas, y hoy es noche de celebración.

Un año más, las Esencias viven su fiesta natal, bajo un cielo que es un revoltijo de colores nocturnos, una aurora boreal nunca vista en la tierra, flores de fuego, melodías y risas.

El Alma Condenada los contempla con una sonrisa, abarcando con su mirada todos sus dominios. Y piensa.

"Lápidas, lápidas. Testimonios de mi camino. ¿Cuántas he tallado ya? ¿Cuantas veces he llorado para saciar la sed de mi arboleda?" abre los brazos y gira sobre sí misma. "Mis reinos... ¿cuándo surgisteis? ¿Cuándo os imaginé en mi interior?"

"Del mismo modo que nosotros... nacieron cuando los necesitaste" sonríe la Sombra del Trobador.

"Tenía tantas cosas que decir sin saberlo... tanto que expresar que no me bastaban las palabras."

¿Pero acaso algo puede bastar para un soñador? ¿Algo puede detener una imaginación sin límite conocido? No, sólo puede crecer. Antiguas, las primeras lápidas son el génesis. Ella las acaricia con cariño. El Cementerio creció, y en su corazón apareció la arboleda sagrada. Ella danza entre los árboles. Pero no era suficiente, necesitaba algo que reflejase su Rubí, que reflejase también cómo percibía ella lo que los demás sentían. Y brotó el Árbol de las Esferas, cada fruto una vida, cada hoja una canción perdida. Ella lo abraza, se baña en su fulgor. Era la tumba perfecta, y en sus raíces enterró el Amor que perdió. Sabía que el recuerdo era importante, y así talló el Epitafio.

El Alma crecía, aprendía, vivía. Ya no bastaba sólo con su reino de Sueños Olvidados. En algún punto debía acabar el día para que la noche comenzase. En algún lugar la hierba era verde de verano. En alguna parte tenía que aguardar la Lobo mientras contempaba al Águila volar lejos, hasta desparecer, y así hallar a su Amor. Y su ser creó los Acantilados Crepusculares, que más tarde uniría a su reino primigenio mediante las praderas en las que el Sol ya no se veía pero la Luna aún no salía, con esa luz peculiar de las noches de plenilunio.

A veces la Lobo observa el Mundo de Ella. Pero esa es otra leyenda y no está siempre presente.

El Alma Condenada concluye su viaje en el mismo sitio donde lo empezó: la Noche, la primera lápida. Y al mirar atrás, al ver todo lo que ha recorrido, sonríe. La fiesta sigue. La noche avanza.

Regresa para danzar, cantar y reír con sus Esencias. Hoy se cumple un año más.





A tí, mi Mundo, mis Sueños,
a tí, a quien tanto pregunto,
a tí, a quien tanto cuento,
a tí, a quien tanto quiero.

Reflejas mi Alma
en miles de fragmentos
en mi complejo caleidoscopio
de sentimientos.

A veces no sé qué escribir,
no siempre encuentro inspiración,
noches en vela en tus puertas
sin que brote una sola canción.

Cuatro años... ¿tanto tiempo?
No quiero abandonarte,
mi creación, mi reino...
¿cómo olvidarte?

Tu función ha cambiado,
mi Alma también.
Pero sigues siendo una parte de mí.

Parece que hace mucho, mucho tiempo, cuando con un poema de amor dedicado a mi demonio hice nacer, bañada en llanto, este oscuro rincón. No es, como podría creer mucha gente, un lugar pensado para invitar a la desesperación, al dolor y a la amargura. La oscuridad no siempre es muerte y tristeza. Es tan sólo mi pequeño jardín secreto, mi forma de encarar la vida y seguir adelante, un canto, si queréis verlo así, a la esperanza.

Yo no dejo lo que una vez empiezo, ni olvido aquello en lo que una vez deposité mi corazón. Eso también es una lección de este Cementerio.

Hagáis lo que hagáis, sean como sean vuestros mundos, tan sólo os digo en este cuarto año: vivid. Cuando cae el Sol siempre se levanta la Luna, y viceversa. Llorad si lo necesitáis, escribid lápidas tristes o alegres, divagad, soñad, pero sobre todo...

Vivid.


(Nunca pensé que llegaría hasta aquí, y ahora pienso que aún me queda mucho camino que andar...)




martes, 15 de noviembre de 2011

Leyenda perdida



Es Invierno. Pero no aquí. Los Reinos del Alma Condenada no se rigen por la estaciones mortales, como tampoco lo hacen sus astros.

Brisas del desierto, que traen caricias de fuego en su aliento. Cielo estrellado, negro, violeta, naranja, dorado. Suaves alfombras de la más fina hierba, y árboles eternos. Noche perfecta.

Y sin embargo, el Invierno es la época de las leyendas. Cuando el Sol se esconde, y la nieve cubre con su manto el mundo, los clanes se reúnen en sus grandes salones, y entonces se narran leyendas, trenzadas con la magia de la voz, las palabras y el recuerdo.

La Sombra, el Trobador, acaricia los cabellos del Alma en reposo, acurrucada como un cachorro y con una serena sonrisa, vestida con telas de rayos de luna, el blanco más puro.

"Cuéntame una leyenda"

Ella sonríe ante su ruego.

"¿Otro fragmento perdido?"

Él asiente, con una sonrisa y los ojos brillantes.

Y la voz del Alma entreteje la magia para esta leyenda...





En los tiempos antiguos, cuando los mundos eran jóvenes, los seres danzaban bajo la Luna. Siempre lo hacían, en las noches de cielo despejado. Todos ellos eran diferentes, quizás no hubiera dos iguales, pero todos ellos eran amigos. Cada uno especial, a su manera. Y entre ellos, estaba el lobo.

Era hijo de la Dama Nocturna, tan apuesto como letal, reflejo de espejo de Luzbel. Poderoso, inteligente, caminaba entre el bien y el mal porque así es la naturaleza de toda criatura viviente. Lo tenía todo, y sin embargo... algo faltaba. Rodeado de sus compañeros, a veces se sentía solo.

Pero él sabía muy bien el por qué.

El festejo se enardecío: la invitada más extravagante estaba a punto de aparecer. Y todos miraron al cielo: ella surgió de él, trazando un arco de plata, iluminando todo con su resplandor. La estrella fugaz. Era una de ellos, su amiga. Y las noches en que todos danzaban, cruzaba el cielo desplegando su cabello de fuego, riendo y bailando como todos los demás.

Pero nunca se quedaba hasta el final. Nadie sabía por qué, ni adonde iba, ella sólo desaparecía en el otro extremo, tras haber regalado sonrisas y ánimos.

Esta noche sería diferente. Esta noche, el lobo la seguiría.

Él comenzó a correr, bajo la plateada estela. Sin pensar, sin cuestionar, sin descansar, sólo persiguiéndola veloz y silencioso, negándose siquiera a aminorar su marcha porque no quería arriesgarse a quedarse atrás y perder el fino hilo en lo alto que lo guiaba.

Atravesó los bosques, cruzó por el paso de las montañas, y finalmente la encontró. Estaba en el pico más alto, contemplando el valle donde los demás festejaban. Se acercó como una sombra, sigiloso, alerta. Sitiendo en su interior los desbocados latidos de su corazón.

Entonces la oyó.

Ella estaba llorando. Era un llanto susurrado, que no quería ser escuchado, pero cargado de tristeza. Y él no pudo controlarse más.

De un salto, la poderosa criatura se lanzó sobre la figura ígnea. La estrella apenas tuvo tiempo de girarse, sorprendida por el rugido, antes de encontrarse atrapada entre sus patas delanteras. El miedo la recorrió, pero no por sí misma, si no por él. ¡Ella era de fuego! ¡Podía quemarlo! ¿No se daba cuenta? ¡Ella no quería hacerle daño! ¡No!

El lobo no lo había pensado en ningún momento. La miró, fascinado: nadie sabía a ciencia cierta cómo era la estrella, pues su brillo y la distancia en la que siempre estaba impedían ver su verdadera forma. Era más pequeña de lo que él imaginaba, delgada y esbelta, de piel suave como una caricia y grande ojos resplandecientes. La rodeaba un aura de fuego plateado y blanco del que también se componía su cabello; como las criaturas, no tenía otro traje más que su dermis.

Notó que trataba de zafarse de su agarre, alejarse de él, pero no por temerlo si no porque tenía miedo a dañarlo. Él la sujetó más fuerte.

"Tu fuego no me herirá..." susurró, acercando su hocico a la oreja de ella. "Tú no lo permitirás... y si alguna vez no lo controlas, yo puedo soportarlo..."

Una lágrima se unió a las que ya marcaban su rostro.

"Pequeña estrella, pequeña estrella..." la llamó él, mientras lamía delicadamente cada perla líquida de sus mejillas. "¿Por qué lloras?"

"Porque deseo algo que no puedo tener. Porque..." volvió su mirada al valle de los danzantes "... no puedo estar con los que más amo. Mi piel es de fuego, mi aliento son llamas. Quemo y abraso con mis sentimientos a quien se acerca a mí, aún cuando yo no desee hacerles daño. Nadie necesita eso... nadie me necesita como yo necesitaría a alguien. Y al alejarme siento soledad... al mirarlos, a veces los envidio... y por eso lloro mientras los veo bailar."

El lobo sonrió.

"Huíste, y te perseguí. Te escondías cada noche, y te encontré. Ahora, pequeña estrella, eres mía... mi estrella." él siempre lo había sabido, al verla en los cielos. La necesita.

El lobo amaba a la estrella fugaz. No era el perfecto amor de los cuentos, pues también tenía un componente de egoísmo: no quería compartir el calor dorado de su estrella, no pensaba revelar a nadie dónde se escondía su estrella; le gustaba que algo de ella fuese sólo de él, pero eso era porque algo de él era sólo de ella. Y por eso, ya no dejaría que volviese a desaparecer antes del alba. Jamás.

Las llamas plateadas lo envolvieron cuando la estrechó contra sí. No le importó. El fuego blanco lo rodeó como un aura mientras se fundía con ella. No le importó. La estrella fugaz amaba al lobo, no podía herirle con su ser.

Dolor, no lo sentía... sólo calidez, pasión, plenitud. Se amaron cada noche como si fuese la primera y la última.

Hay una cosa sobre las fugaces que es cierta: un deseo se concede si atrapas una. Él lo obtuvo.

El lobo que cazó a su estrella fugaz.



Su voz fue extinguiéndose poco a poco, había concluído el relato.

"Has vuelto a hacerlo." la acusó el Trobador con una sonrisa en los labios "Esa leyenda tampoco es real."

"Pero también es hermosa..." fue la incuestionable réplica.

Y ambos alzaron la vista al cielo, buscando un deseo que cumplir en las estrellas.



(Otro fragmento perdido, otra leyenda olvidada...)

jueves, 27 de octubre de 2011

Canto a la Esfera Austral


Demasiado tiempo. Llevaba retrasando esta lápida demasiado tiempo. Pero no podría perdonarme no escribirla, porque da fe de mi amor hacia un lugar especial.

La Esfera Austral.

Es mi pequeño paraíso, mi refugio secreto, tan distinto de mi Cementerio y de mi tierra brumosa y verde. Está llena de luz, y sólo pisar su suelo resulta un bálsamo a mi alma, a veces demasiado marcada por las cicatrices. Lo que me envuelve cuando converso con sus habitantes, cuando río, juego y disfruto con ellos no puede ser otra cosa si no magia. Tan diferentes... mi hogar es un mundo aparte, el suyo también.

Me habéis hecho tan feliz... cada día con vosotros es una joya preciosa en el cofre de mi memoria, cada noche que no os veo aguardo con impaciencia el momento de volver. ¿Por qué estaréis tan lejos, si mi corazón os siente tan cerca? Pero quizás eso os haga especiales, lo escaso del tiempo que puedo morar entre vosotros. Unos instantes robados con celo, guardados con mimo, infinitamente más valiosos por su naturaleza efímera.

Y es que os hecho de menos. Os quiero, os quiero tan profundamente que a veces sólo de pensarlo me duele el corazón.

Mi vida se ha convertido, estas noches, en una locura emocional. En ocasiones me siento, sin motivo, infinitamente triste y con ganas de llorar. Y lloro a escondidas, en silencio, amparada por la oscuridad. Otras veces, me siento eufórica, y mis ojos brillan. Y río, canto, danzo para mí misma.

Sé el por qué de mi ánimo cambiante y lunar. El motivo nunca ha cambiado. Sencillamente, cada vez se hace una carga más dura y pesada, especialmente al ver que a mi alrededor el don que yo anhelo es disfrutado sin mesura. Soy feliz por ellos, cierto, pero no puedo evitar envidiarles.

¿Por qué tardas tanto?

Te espero. Sólo tienes que venir a buscarme.



(Mis hormonas deben de estar pasándoselo pipa en el parque de atracciones de mi cuerpo... porque si no, no me explico muchas cosas... ¡quiero volver a veros, ya!)


lunes, 19 de septiembre de 2011

Devastación



No tengo muchas más palabras para definir como me siento ahora. Sólo quisiera preguntar, a quien quiera que me está haciendo esto, por qué.

Por qué no me quieres dejar marchar.

Deseé el Nilo y se me negó. Deseé el Este y se me negó. Y ahora ni siquiera moverme en las mismas tierras me dejas.

Mi amada de vestido verde y velo plateado, sabes que siempre estarás en mi corazón. ¿Tanto me codicias, tanto me amas tú también, que no quieres que me vaya?

Hoy no hay Cementerio, ni Acantilados, ni praderas bajo la Luna de otoño.

Un desierto devastado se extiende hasta el horizonte, bajo un cielo nocturno plagado de constelaciones sin astro lunar. La luz que lo ilumina es intensa y fría a la vez, y mis pies descalzos hoyan la arena.

Estoy devastada, rota por dentro, cansadas de ilusiones quebradas.

Y tan sólo sigo adelante porque quiero creer en las palabras de mis padres: que existe un motivo para todo esto. Para quedarme.

Que mis lágrimas me purifiquen.


(Será mejor que no desee ir a más sitios, no quiero ser responsable de más catástrofes...)





lunes, 29 de agosto de 2011

Portales


¿Qué son los umbrales? Las venas secretas del mundo. Todo tiene su acceso, su puerta de entrada: ciudades, hogares, cementerios, mausoleos, corazones... hasta el Rubí del Alma Condenada. Pues de nada sirve algo que nunca puede abrirse, o donde nadie puede pasar: el vacío no es existencia, si no su antítesis. E incluso el propio vacío tiene su aterradora entrada: ese enorme, oscuro remolino del Abismo.

A través de estas puertas es que avanzamos, que descubrimos, que aprendemos. Algunas se cierran cuando las atravesamos, otras desaparecen, las que menos siempre perduran, nacidas de un material tan eterno que a su lado el acero se derrumbaría como el polvo.

Los portales son por tanto un sendero y un sinónimo de cambio.

Del futuro siempre sorprendente.





Tras de mí una se cierra, ante mí se abren miles de ellas, y sólo tengo la certeza de saber que detrás de cada una me esperan otras muchas.

Es un círculo eterno, un juego de la vida que exige no deternerse nunca y seguir traspasándolas... el pasaje a veces puede ser sombrío, y otras veces un cálido bosque de verano.

Pero es mi pasaje, son mis portales, y si yo no los cruzo, no lo hará nadie.

Cambios, cambios, tan inevitables como el futuro.

Atravieso el umbral, una vez más.



(El final del estío siempre es proclive a estas reflexiones acerca del comienzo de una nueva etapa... ni Yo, alma Condenada, puedo sustraerme al flujo del tiempo y de lo que acarrea su devenir... es época de cambios...)



viernes, 29 de julio de 2011

Mirando las estrellas...



En estos últimos tiempos, la melancolía se apodera de mi ser con frecuencia. No importa cuán correctos y agradables estén las cosas o amables y divertidos sean los que me rodean, algo me arrastra... y se adueña de mí, sumergiéndome en un estado semiletárgico.

Exhalo el humo de mi interior y contemplo como se retuerce en caprichosas espirales, muy lentamente, mientras el viento lo arrastra hacia el cielo como un sendero encantado. Un camino mágico de plata y sueños que me llama.

Y miro las estrellas. Siempre me ha gustado mirarlas, y hablar con ellas. ¿Loca? Es un epíteto que se suele dar a poetas, soñadores y enamorados; ya que soy las tres cosas, es correcto atribuírmelo. Pero la Luna, las estrellas y la noche siempre me han alentado a hacerles confidencias en medio de la naturaleza, en voz susurrante, sólo para ellas.

En esa profunda soledad melancólica, admiro las joyas de la naturaleza, que ningún ser podrá jamás igualar o recrear, ésas que sólo duran un instante y a la vez son eternas: atardeceres, noches brillantes, cielos salpicados de nubes, el olor del verano, el sonido del otoño...

¿Por qué me siento así? No lo sé. Pero hay quienes dicen que mis ojos se ven tristes. Y al ver mi reflejo, siento que no se equivocan. Hay un hondo vacío en mi interior que no consigo llenar. Llevo esperando demasiado tiempo.

¿Rendirme? No es un opción. Hace ya muchos giros de sol que miré a los ojos al Abismo, y lo rechacé. No, no puedo entregarme a tí, no mientras haya quien me ame. No mientras haya quien me necesite. Y aunque a veces dichas palabras sólo definan a mi familia, no puedo entregarme al Abismo.

Mi vacío es tan inmenso... mi amor es demasiado intenso. Ya sea para recibirlo o colmarlo. Por eso, debo aguardar. Porque no cualquier criatura lo puede soportar.

Amar y ser amada... al final, a ello se reduce.

Cantad, estrellas, brillad para este Alma Condenada.



(Cuando la melancolía me devora, no sé que hacer... aferrarme a un futuro cargado de promesas? ¿O a hermosos recuerdos del pasado? Lo único que sé es que el presente no me basta...)




miércoles, 29 de junio de 2011

Aprensión


Un nuevo epitafio... ¿cuánto hacía que no escribía uno? Verso a verso, el Alma Condenada ha descrito diversos sentimientos. Tratando de definirlos, de capturarlos en palabras que no alcanzan a contenerlos, a mostrarlos en plenitud.

Su Cementerio está sembrado de lápidas talladas con ellos. Ella sigue grabando cada nuevo sentimiento que la acomete, quiere definirlos todos.

Pero hoy, mientras talla, algo flota en la atmósfera, algo difícil, opresivo, agotador...

La sombra, los duendes, las hadas, los espíritus, los demonios, los ángeles de piedra, todos alzan la mirada a un firmamento detenido y a un horizonte evocador.

Hoy pueden verse los Acantilados desde la puerta, y traen con ellos una nebulosa promesa ambigua...






Una voz enmudecida,
un cuerpo convertido en piedra,
una mente retraída
y un alma alerta,
un instante de mil días,
horas que pasan muy lentas,
unos ojos que buscan
lo que a la espalda acecha,
agotamiento mental,
sueños que desvelan,
atmósfera tangible,
pesada, muy densa,
que te rodea por completo
y donde el viento no suena,
donde nada se mueve
ni relucen las estrellas,
cielos oscuros de nubes,
sol de luz siniestra,
el mar en calma
que amenaza tormenta
que aún no se desata,
premonición adversa.

Temer al futuro
por no saber lo que esconde
es lo que invoca su nombre:
asfixiante Aprensión.



(Mi inspiración se ve agotada por los muchos deberes que me aguardan, pero precisamente por todos ellos miro el futuro con aprensión... porque pese a lo que algunos digan, no depende sólo de mí, ni está enteramente en mis manos... que se desate la tempestad, pues tras ella la calma llega... o tal vez no...)



lunes, 30 de mayo de 2011

Sonrojo


El Alma Condenada regresó a su cementerio bañada por la Luna llena. Vestida totalmente de blanco, caminaba con paso agitado por las avenidas de mármol, mientras que los demonios susurraban divertidos a los ángeles de piedra mirándola entre las alas de sus soportes.

El rostro oculto, el rubí brillando y palpitando enloquecido, corrió por su sagrada arboleda, presa de una confusión que a sus esencias se les antojaba tierna. Encaramado a las ramas del Árbol de las esferas, la sombra, el Trobador, sonreía burlonamente.

Ella danzó en el espacio circular, agitada, nerviosa... como una niña. Auroras boreales de música y magia revoloteaban siguiendo sus giros.

La Sombra del Trobador dejó escapar una risa maliciosa mientras descendía cabalgando el viento y acariciaba cariñosamente sus cabellos, revolviéndolos.

"¿Cúando fue la última vez que te vi así?"

"No lo sé..."

Vergüenza, turbación, confusión, timidez... vulnerabilidad.

Por una vez, en la cámara de rojos velos, en el centro del rubí, quien predominaba era la figura desnuda, su piel dorada rielando y brillando en risas destellantes y bailes mágicos en el aire, para deleite de su oscura compañera rodeada de máscaras, que se limita a observar, sonriendo tenuemente.

Y la Sombra, el Trobador, siguió riendo y disfrutando del rubor que teñía el rostro del Alma Condenada, de sus ojos brillantes y sus gestos inquietos.

De un sonrojo ocultado durante largo, largo tiempo.


(Y es que esa también soy yo... a veces, muy pocas, dama y princesa. Del mismo modo que los guerreros ocultan donceles y poetas...)

viernes, 22 de abril de 2011

Mi noche del año (por tercera vez)





Tal vez no hayan sido mis mejores días, tal vez aún sangran algunas heridas. Tal vez me haya rodeado el cariño de mi familia, tal vez la esperanza aún sigue viva. Tal vez... nada. Tal vez... todo.

Soy un Alma y una lobo, y una voz, un eco, dos reflejos, mil criaturas, acantilados y un Cementerio. Soy, en definitiva, tan compleja como cualquier criatura viva. Soy, un año más, Yo.

Y te sigo esperando, porque tienes que llegar.

Veintitrés giros de sol... y los que aún quedan por girar.

A mi manada, os amo como vosotros bien sabéis. Gracias por estar ahí, por quererme.

A todos, en esta noche natal.


jueves, 31 de marzo de 2011

La canción del pirata


Sumida en una vorágine que me arrastra y roba las horas del reloj de arena del tiempo, hoy sólo puedo compartir una canción. Una canción que para mí es antigua y añeja, prendida para siempre en la voz de aquél que me la recitaba siendo yo pequeña: mi padre.

Una canción para los que soñamos con la libertad, para los que preferimos ser demonios, para los que, todos juntos, coreamos allá donde una voz la comience.

La canción del pirata.


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:

Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
el son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


(Tierra Santa la difundió con su música, pero oírlo recitado, este poema sólo me vale en boca de mi padre, que me lo dio a conocer y que me arruyó con él. ¿Sospechaba, ya entonces, cual sería mi naturaleza? Como el fuego, como el mar...)



lunes, 28 de febrero de 2011

Susurros en la oscuridad



Tú, visitante de mi Cementerio... ¿alguna vez has dudado de tu humanidad? ¿Alguna vez has pensado que, realmente, perteneces a otra raza? Tal vez Yo, Alma Condenada, sea la única que se lo pregunte, o tal vez no esté sola en mi creencia, tal vez haya otros como yo.

Y no es porque piense que tengo poco en común con los humanos clásicos, o porque desprecie lo que hace como especie y lo que es capaz de hacer como individuo. O porque crea que ninguna otra especie le hace a sus propios miembros lo que los humanos se provocan unos a otros.

Es porque los que roban mi corazón siempre son inhumanos.

¿Qué extraña fascinación ejercen sobre mí los seres de otras razas? ¿Los amo porque los encuentro hermosos? Pues no siempre son los más nobles y puros de corazón, más bien al contrario. ¿O los amo precisamente por no ser humanos? Por corporizar mis sueños, fantasias y deseos, lo que nunca hallé en esta realidad consciente...

Canta para mí.

"La última vez que hice esto..." sonríe la Sombra del Trobador "... la lobo me rugió en advertencia."

Sonrío a mi vez. Es verdad. Pero ahora, quiero escuchar... oscuro príncipe Silverlance.

Soñar y dejarme arrastrar... a esos mundos que la razón niega y que sólo los soñadores podemos tocar.






(La canción me emociona, la historia me fascina... no, nunca estarás sola, cuando venga la oscuridad iluminaré tu noche con estrellas... no, nunca estarás sola, cuando la oscuridad viene sabes que nunca estoy lejos... ¿alguna noche llegará quién me susurre estas palabras? Te esperaré, príncipe Silverlance, donde quiera que estés...)


miércoles, 5 de enero de 2011

Arden las llamas



Noche de Luna llena, cielo vacío de estrellas. Mas sola que nunca, la plateada dama baña con su luz el Cementerio expectante, donde las esencias buscan a la que es todos ellos. Y no la encuentran.

La Sombra parece tener la respuesta.

"¿Dónde está? ¿Dónde yace Ella?" cuestionan mil voces anhelantes.

Él no les contesta. Está contemplando cómo, en el Árbol de las Esferas, otro fruto más pierde brillo y fuerza, hasta ser como sus compañeras. Un suspiro doloroso emana de sus labios, un viento de fría soledad sacude a los demonios, duendes, espíritus, ángeles de piedra.

"Está en los mausoleos..." susurra finalmente la respuesta.

Y así las miradas y los cuerpos se dirigen hacia los dos grandes edificios que escoltan un círculo de fuego, entre ambos retenido. Altas llamaradas surgen del espacio que flanquean, de su centro, pero algo las retiene y previene que prendan por todo el Cementerio.

La Sombra se desliza entre las llamas, acercándose a la figura ígnea que se debate en medio del círculo, sobre la hierba intacta. No está envuelta en fuego, si no que éste parece emanar de su piel, de sus cabellos, y no lucha para huír de las llamas, si no para retenerse a sí misma.

El Trobador extendió sus manos hacia ella.

"Ven conmigo..." le rogó.

"Déjame"

Reflejo de espejo, el rey de los Goblins la contemplaba ahora, sus ojos penetrantes deseando devorarla.

"Puedo darte aquello que deseas..."

"No. No puedes"

Los ojos dorados del príncipe Silverlance, oscuro guerrero, no se apartaron de ella. La llamaba, la tentaba.

"No me obligues a usar la fuerza...."

"¡Basta!"

La Sombra, el Trobador, retrocedió mientras en sus pupilas contraídas asomaba en miedo.

"No vuelvas a hacerlo..." exhaló el Alma Condenada. "Debes entender que no puedes ayudarme con esto. Eres una parte de mí. El fuego no se extingue con fuego..."

Su cuerpo estaba cambiando... y mientras se retorcía, encogía y arañaba, pronto la figura de lobo tomó su lugar, todavía ardiendo en llamas, y alzando su rostro hacia la Luna comenzó su canto.

Un aullido desesperado.





No puedo pararlo, no puedo evitarlo, no lograré escapar. Mi piel exhala llamas, en mis ojos baila el fuego, y de mis pulmones sólo brota el ardiente viento del desierto. Mi propio aliento me ahoga, un corazón agitado que agota un cuerpo demasiado débil para ganar esta batalla.

Los rostros de los inhumanos que capturan mi deseo sonríen para mí en sueños mientras sus voces me llaman... y se pierden en la nada del despertar. Un hambre demencial que devora mi interior intenta apagar mi mente y hacerse con el control.

Por eso yazco aquí, entre dos mausoleos del cementerio que es mi mundo, los únicos capaces de sujetar mis demonios e impedir la debacle. En sus dinteles, dos nombres: Moral y Honor. Nadie si no yo fue el loco arquitecto de ambos.

La última barrera. Cuando se derrumben... ¿qué podrá detener mi fuego? A veces me pregunto cuánto más resistirán, con el terror omnipresente de saber que no habrá salvación ni ataduras si los veo caer.

Pero sé muy bien la respuesta.

Resistirán todo cuanto yo quiera.

Porque mi fuego nunca ha sido ni será más fuerte que ellos, que, al final, son lo único que me queda.




(Mi piel, mi aliento, mis ojos... todo ello arde y me quema, mientras sacio mi mirada con inhumanas criaturas cuya obsesiva y posesiva forma de amar me atrapa... realmente, te necesito, Amor...)