Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




miércoles, 5 de enero de 2011

Arden las llamas



Noche de Luna llena, cielo vacío de estrellas. Mas sola que nunca, la plateada dama baña con su luz el Cementerio expectante, donde las esencias buscan a la que es todos ellos. Y no la encuentran.

La Sombra parece tener la respuesta.

"¿Dónde está? ¿Dónde yace Ella?" cuestionan mil voces anhelantes.

Él no les contesta. Está contemplando cómo, en el Árbol de las Esferas, otro fruto más pierde brillo y fuerza, hasta ser como sus compañeras. Un suspiro doloroso emana de sus labios, un viento de fría soledad sacude a los demonios, duendes, espíritus, ángeles de piedra.

"Está en los mausoleos..." susurra finalmente la respuesta.

Y así las miradas y los cuerpos se dirigen hacia los dos grandes edificios que escoltan un círculo de fuego, entre ambos retenido. Altas llamaradas surgen del espacio que flanquean, de su centro, pero algo las retiene y previene que prendan por todo el Cementerio.

La Sombra se desliza entre las llamas, acercándose a la figura ígnea que se debate en medio del círculo, sobre la hierba intacta. No está envuelta en fuego, si no que éste parece emanar de su piel, de sus cabellos, y no lucha para huír de las llamas, si no para retenerse a sí misma.

El Trobador extendió sus manos hacia ella.

"Ven conmigo..." le rogó.

"Déjame"

Reflejo de espejo, el rey de los Goblins la contemplaba ahora, sus ojos penetrantes deseando devorarla.

"Puedo darte aquello que deseas..."

"No. No puedes"

Los ojos dorados del príncipe Silverlance, oscuro guerrero, no se apartaron de ella. La llamaba, la tentaba.

"No me obligues a usar la fuerza...."

"¡Basta!"

La Sombra, el Trobador, retrocedió mientras en sus pupilas contraídas asomaba en miedo.

"No vuelvas a hacerlo..." exhaló el Alma Condenada. "Debes entender que no puedes ayudarme con esto. Eres una parte de mí. El fuego no se extingue con fuego..."

Su cuerpo estaba cambiando... y mientras se retorcía, encogía y arañaba, pronto la figura de lobo tomó su lugar, todavía ardiendo en llamas, y alzando su rostro hacia la Luna comenzó su canto.

Un aullido desesperado.





No puedo pararlo, no puedo evitarlo, no lograré escapar. Mi piel exhala llamas, en mis ojos baila el fuego, y de mis pulmones sólo brota el ardiente viento del desierto. Mi propio aliento me ahoga, un corazón agitado que agota un cuerpo demasiado débil para ganar esta batalla.

Los rostros de los inhumanos que capturan mi deseo sonríen para mí en sueños mientras sus voces me llaman... y se pierden en la nada del despertar. Un hambre demencial que devora mi interior intenta apagar mi mente y hacerse con el control.

Por eso yazco aquí, entre dos mausoleos del cementerio que es mi mundo, los únicos capaces de sujetar mis demonios e impedir la debacle. En sus dinteles, dos nombres: Moral y Honor. Nadie si no yo fue el loco arquitecto de ambos.

La última barrera. Cuando se derrumben... ¿qué podrá detener mi fuego? A veces me pregunto cuánto más resistirán, con el terror omnipresente de saber que no habrá salvación ni ataduras si los veo caer.

Pero sé muy bien la respuesta.

Resistirán todo cuanto yo quiera.

Porque mi fuego nunca ha sido ni será más fuerte que ellos, que, al final, son lo único que me queda.




(Mi piel, mi aliento, mis ojos... todo ello arde y me quema, mientras sacio mi mirada con inhumanas criaturas cuya obsesiva y posesiva forma de amar me atrapa... realmente, te necesito, Amor...)