Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




miércoles, 26 de diciembre de 2007

Dame tu aire (y déjame soñar con lo quiera)



Hasta ahora, escuchar a Alex Ubago siempre fue para mí oír a un chico cantarme canciones. Es la primera vez que al escucharlo a él, me estoy escuchando a mí misma.

Si lo sueños pudieran controlarse... si como dice él, "si mis sueños fuesen la relidad, y la realidad sólo mis sueños", si pudiera cada noche deslizarme a la inconsciencia con la seguridad de que la pasaría como y con quien yo quisiera, si pudiera dormir y no tener que despertar más que para comer, si pudiera vivir en mis sueños, si...

Son demasiados sies. Además, prometí ser fuerte. Viviré.

Pero no dejaré de soñar.

Entretanto, repiraré el vulgar aire de oxígeno, nitrógeno, vapor de agua y dióxido de carbono.

Dedicado a mí, Alma Condenada. Respiremos en sueños.






(Pidiéndola a gritos... ¿cuál será mi verdad?)

sábado, 15 de diciembre de 2007

Recaída de un alma en pena



El día es gris, y nada me llama. Cielo gris, campos grises, y una ciudad del mismo color olvida su encanto para sumirse en mi laberinto.

Y no es cierto, porque el cielo está azul, y el sol brilla y la ciudad está llena de ruídos y colores.

Pero yo hoy no lo veo, hoy mis ojos sólo tienen tonos de grises. Quiero llorar todas las lágrimas que se han acumulado en mi pecho, y soy incapaz, no quieren salir. Prefieren desgarrarme por dentro.

Hoy mi vista ha decidido volver atrás y no regresar, y mi memoria pasea con malicia por unos tiempos pasados que no van a volver. Todo tiene sabor de otros ayeres, y no tengo hambre, pese a no haber comido nada desde que me levanté.

Tengo la sensación de que estoy perdiendo mis tesoros. Y lo peor, sin poder evitarlo. No puedo detener los cambios, y aunque generalmente eso me produce rabia, hoy sólo me llena de tristeza. Hoy me siento impotente, sin fuerzas. No es la primera vez que me pasa.

Pero esta vez sí tengo motivos para sentirme así.

Vagando sin rumbo por las soledades de mi interior, maldigo mi horrenda suerte. No creo desear mucho, y sin embargo todo lo que deseo está fuera de mi alcance.

Hubo un día que lloré porque desconocía lo que era sentir ciertas cosas. Ahora que las he sentido y la he perdido, vuelvo a llorar así. Dudando por unos instantes si mereció la pena conocerlas para luego sufrir de esta manera cuando se marcharon de mi lado y me dejarón atrás.

Y mi mente, en su viaje al pasado, vuelve a los tiempos donde mis horas eran una estepa vacía llamada soledad y mis amigos eran libros, útiles de dibujo y Miel. No tenía a nadie, cierto, pero estaba en paz, en mi mundo silencioso donde era la única presencia y nadie podía usar las palabras para herirme. Igual que bajo las aguas del mar, que ningún ruido perturba y sólo se escucha una música tan fina que debes aguzar el oído para captarla.

No era feliz, pero estaba en paz.

Ahora he sido y en cierto modo soy feliz, pero mi tristeza, cuando ataca, es infinitamente mayor.

Quiero construír una barrera para mi corazón, una fortaleza donde nadie pueda entrar, y rodearla de afiladas espinas.

Sólo hay un problema. ¿Conocéis algún material que el propio corazón no pueda destrozar?


lunes, 10 de diciembre de 2007

Deja de llorar (y vuélvete a levantar)



Es curioso, de nuevo una canción llamada "Deja de llorar" que debería obedecer y que, aunque lo intento, no puedo.


Porque por más que me levanto y sonrío, en mi interior las lágrimas siguen cayendo implacables. Por más que hecho a andar, mi visión se emborrona por el llanto cuando fluyen los recuerdos, y son tantos...

Definitivamente, no puedo dejar de llorar.
Que la tormenta de mis lágrimas me purifique.

Dedicado a mi otra vez, Alma Condenada.





(Como bien decís vosotros, mi estimados Mägo de Oz... ¡Gracias, cabroneeeeeeeeeees!)




domingo, 2 de diciembre de 2007

Odio



Rabia, ira, enojo... tantos nombres, y una sola emoción que las junta. Bien, esto no es correcto. Rabia y odio no son lo mismo. Ira y odio no son similares.

Pero la furia que se siente en todas ellas es muy parecida.

Es difícil sustraerse del odio. Se puede aprender a comprender, a tolerar, a soportar, para domeñar tu odio y mantenerlo aparte, de tal manera que sea prácticamente imposible encenderlo.

Pero ni siquiera eso te salvará. El odio, como el dolor, es una constante en la vida.

He aquí la tecera inscripción, hecha con los arañazos de unas garras cargadas de desesperación.






Odio.

Corre por mis venas, latiendo, caliente, arrastrándolo todo.

Odio la luz brillante del amanecer, que hiere unos ojos rojos a fuerza de llanto. Odio ese viento helado que hiende mi piel igual que la rabia hiere mi corazón.

Odio esos ruídos estrepitosos, coches bramando, voces metálicas vacías. Odio ese bullicio y esa marea de gente sin rostro con caminos ignotos para mí.

Odio los sabores insípidos que se posan en mi lengua, esas comidas carentes de toda emoción.

Odio la alegría inconsciente de los jóvenes al salir de marcha por las noches, odio los impulsos de hacer lo mismo que ellos para olvidar por unos instantes sumergida en el Infierno.

Odio la capacidad de sentir, de amar, y te odio por enseñármela.

Te odio con todos los poros de mi alma, te odio con la violencia de la sangre y de la guerra, te odio por existir.

Y lo que más odio es el hecho de no poder odiarte, de no poder desear tu dolor y tu tortura, odio no poder maldecirte.

Porque si hay algo más fuerte que mi odio, es el amor que siento por tí.