El día es gris, y nada me llama. Cielo gris, campos grises, y una ciudad del mismo color olvida su encanto para sumirse en mi laberinto.
Y no es cierto, porque el cielo está azul, y el sol brilla y la ciudad está llena de ruídos y colores.
Pero yo hoy no lo veo, hoy mis ojos sólo tienen tonos de grises. Quiero llorar todas las lágrimas que se han acumulado en mi pecho, y soy incapaz, no quieren salir. Prefieren desgarrarme por dentro.
Hoy mi vista ha decidido volver atrás y no regresar, y mi memoria pasea con malicia por unos tiempos pasados que no van a volver. Todo tiene sabor de otros ayeres, y no tengo hambre, pese a no haber comido nada desde que me levanté.
Tengo la sensación de que estoy perdiendo mis tesoros. Y lo peor, sin poder evitarlo. No puedo detener los cambios, y aunque generalmente eso me produce rabia, hoy sólo me llena de tristeza. Hoy me siento impotente, sin fuerzas. No es la primera vez que me pasa.
Pero esta vez sí tengo motivos para sentirme así.
Vagando sin rumbo por las soledades de mi interior, maldigo mi horrenda suerte. No creo desear mucho, y sin embargo todo lo que deseo está fuera de mi alcance.
Hubo un día que lloré porque desconocía lo que era sentir ciertas cosas. Ahora que las he sentido y la he perdido, vuelvo a llorar así. Dudando por unos instantes si mereció la pena conocerlas para luego sufrir de esta manera cuando se marcharon de mi lado y me dejarón atrás.
Y mi mente, en su viaje al pasado, vuelve a los tiempos donde mis horas eran una estepa vacía llamada soledad y mis amigos eran libros, útiles de dibujo y Miel. No tenía a nadie, cierto, pero estaba en paz, en mi mundo silencioso donde era la única presencia y nadie podía usar las palabras para herirme. Igual que bajo las aguas del mar, que ningún ruido perturba y sólo se escucha una música tan fina que debes aguzar el oído para captarla.
No era feliz, pero estaba en paz.
Ahora he sido y en cierto modo soy feliz, pero mi tristeza, cuando ataca, es infinitamente mayor.
Quiero construír una barrera para mi corazón, una fortaleza donde nadie pueda entrar, y rodearla de afiladas espinas.
Sólo hay un problema. ¿Conocéis algún material que el propio corazón no pueda destrozar?