Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




viernes, 30 de noviembre de 2007

Dolor



Sentimiento eterno. Nacemos con dolor, lo experimentaremos a lo largo de nuestra vida y moriremos con él.

Pero el peor dolor es aquél que no se ve, que sólo se siente y que desgarra el alma, el ser interno o, llamadlo como queráis, nuestro corazón.

He aquí la segunda lápida que mis manos tallaron, hace más de una Luna.





Dolor. Llanto contenido. Vacío. Cristales rotos en las oscuras aceras de la ciudad envuelta en niebla.

Oscuridad. Frío. Ráfagas de viento que desgarran trozo a trozo.

Desnuda, sin abrigo, vago por este laberinto negro que yo misma he creado a mi alrededor. Voy clavando los cristales en mis pies descalzos, dejando un rastro carmesí de huellas y de pasado. De mis muñecas chorrea la sangre de unas venas cortadas con el filo de la Luna, goteando para unirse a lágrimas de sal y de memoria.

Ensartadas en mi pecho, mil lanzas hechas de una voz, fabricadas con palabras. Me atraviesan, no me importa, no pueden destruír nada, ya no queda nada. En un pecho vacío no late un corazón.

Una y otra vez el dolor martillea mi ser, mi mente, mi cuerpo. Constante como un reloj, tic-tac tic-tac, cada golpe es una nueva faceta de la gema del sufrimiento. Tiene mil caras, y hoy quiero verlas todas.

Me torturo a mi misma incumpliendo la promesa que te hice. Mi fuerza es sólo aparente, y en el silencio secreto de mi laberinto lloraré lágrimas de sangre para que no puedas verlas.

El tesoro que me diste lo llevo guardado en mi interior, en una caja de cristal que lo hará eterno. Esa caja se llama Memoria. Esa caja se llama Corazón.

El hondo agujero en mi pecho se hace más grande. Las lanzas se remueven al compás de sus propias palabras. No importa. En un pecho hueco no hay nada.

No hay un corazón.

Ese corazón fue mi regalo para tí, y contigo permanecerá por deseo propio. Aunque no lo veas, estará ahí para tí. Yo no puedo reclamarlo. Yo no quiero reclamarlo.

Desde el centro de mi laberinto te diré hasta pronto, aunque mis labios digan adiós. Yo seguiré viéndote, aunque no esté cerca.

Vuela libre.

Te amo.





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