Dicen que el amor es como un rayo de luna, fugaz e inalcanzable, una mera ilusión que se despeja con el amanecer. Sin embargo, si eso fuera cierto... ¿habría tantas historias de amor eterno?
Tallando lápidas con dulce compás en su Cementerio, el Alma Condenada escucha canciones que hablan de ese sentimiento, de lo que hace y provoca, melodías de amores prohibidos, de amores perdidos, de amores jurados, encontrados, eternos, desgastados, presentes, futuros y pasados.
La sombra que le hace de Trobador, sin rostro pero con voz, desliza perezosa los dedos por las cuerdas de su laúd y le acaricia con cariño el cabello.
"Tu Rubí ya ha cerrado sus grietas... ya estás dispuesta a volver a amar..."
"¿Cómo lo sabes?"
"Me basta el oírte cantar. En tus ojos de nuevo hay luz, aunque todavía extrañes."
El Alma no contesta, pero sonríe. Es el Sentimiento añorado el que tiene el Rostro.
(Algún día, al girarnos, nos miraremos como si nuestro amor fuera nuevo... y el tiempo se hará eternidad... quienquiera que seas, mi amor, esperaré tu regreso...)