Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




miércoles, 26 de mayo de 2010

Quemaduras en mi piel



Sollozo. Sollozo. Sollozo. ¿Qué otra cosa podía hacer? Encogida en posición fetal, escondiendo la cabeza entre sus brazos, dejaba resbalar las lágrimas que destellaban con los espasmos de su cuerpo desnudo y herido.

Quemaduras frías y brillantes decoraban su piel.

Ella penetró en la cámara de rojos velos con una mueca de disgusto y enojo, y apretó los puños. Su nube de máscaras danzaba con rabia.

"Basta. Aunque sea yo la que combate, eres tú la que sufre. Me niego a ver más heridas en tí."

Un gemido estrangulado de dolor fue la respuesta.

Y su oscuro reflejo bufó, cubriendo sus ojos con una mano y apretando los dientes con furia. Sus colmillos resaltaban.

"¡Maldita sea! ¿Por qué tienes que sufrir tú? ¿Por qué no soy más fuerte? ¡¿Por qué no puedo protegerte?!"

"Por que yo... nunca aprendí... a no dar importancia a las cosas..." suspiró su desnuda contraparte. "Desearía ser como tú. Ahora mismo... sólo sientes desdén. Molestia, quizás. Una leve decepción." le ofreció una sonrisa vacilante, con los ojos perlados de gotas saladas.

Ella no pudo evitar abrazarla, cobijar aquel cuerpo herido entre sus brazos. Así, al menos, también sentía el escozor de las quemaduras de su compañera.

"Me conoces muy bien... y ahora tú sientes tristeza, decepción, dolor, traición." susurró en su oído. "Pero... no les odias. No sabes hacerlo."

"Hace tiempo que aprendí que son pocos los que nunca te decepcionan. No me acostumbré..." pasó un dedo vacilante por su propia piel dañada."Nunca lo he hecho. Siempre me duele."

"Debiste dejar que se quemasen ellos. Visto lo visto, no merecían que intentases advertirlos."

Ella sólo volvió a sonreír de forma vacilante. Y la comprensión resignada asomó en su reflejo.

"Ya. Cierto. No podías dejarles. Ellos te importan..." y porque te importan dijiste la verdad, pensó. Pero fui yo quien puso las palabras, porque el odio es mío y tú no lo posees. Y cuando me atacaron y yo saqué las uñas, la dañada fuiste tú. Siempre eres tú. No logro protegerte como debería. Sólo logro causarte problemas.

Percibió los pensamientos de su compañera, y pese al dolor sonrió.

"Fue culpa mía. Avisarlos fue idea mía. Debi pensar que habría malas reacciones. No cargues en tu conciencia mis actos."

Asintió en silencio. Pero no estaba de acuerdo. Yo te protejo. No debí dejarme llevar por la furia de ver heridos a los tuyos. No debi dejar que intentases salvarlos.

Ambas se sentían culpables por la otra. Y aquello no tenía remedio.

Las quemaduras se curarían... ¿pero cuánto tardarían en volver a surgir?




(La culpa es mía, por imbécil y por seguir pensando que la gente agradece que le avises de que el fuego quema y que ya se quemó alguien, para que no se les ocurra tratar con el fuego jamás...)



1 comentario:

JanuskieZ dijo...
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