El Alma Condenada, vestida en blanco lunar, se arrodilló junto al epitafio, con un manuscrito entre sus manos. Nuevo y antiguo, pergamino encuadernado en escama azul, cierres de plata selena. En su portada, su signo, la estrella de cinco puntas.
"Tú amabas las estrellas tanto como yo..." susurró dulcemente. "Y aún recuerdo cuando las contemplábamos acurrucados en la arena, arrullados por el mar, mirándolas por el puro placer de disfrutar de su luz. Por ello, te regalo todas esas estrellas..."
Abrió el libro. Y de cada página brotaban constelaciones, nebulosas, galaxias enteras, que giraban como un brillante planisferio alrededor del afortunado lector del mágico domumento. Con cariño, el Alma Condenada cerró el manuscrito, con una llave cristalina fabricada en lágrimas, y lo depositó sobre el musgo.
De nuevo, un año más. De nuevo, un regalo.
La Memoria no conoce el Olvido.
(Los lobos siempre nos enamoramos de la Luna, y por ende, de las estrellas... la Luna llena se acerca...)
3 comentarios:
algunos libros van muy bien para calzar mesas
odio recordar a los que se han ido. es triste... besos ^^
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