Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




sábado, 17 de enero de 2009

Ying y yang



El Alma Condenada posee una piedra preciosa del color de la sangre. Una piedra que late y se estremece.

¿Pero qué oculta en su seno?



La mujer se deslizó con paso felino y lleno de confianza por entre las suaves paredes rojas. Brillaban y latían, y al mismo tiempo parecían ser sólo tenues velos rojizos formando un prieto capullo, con una cámara en el centro. Todo el lugar estaba bañado en la suave luz procedente del exterior, que al atravesar las paredes se tornaba anaranjada.

Era el tintineo de diamantes al caer lo que la guiaba.

La encontró en el centro de la cámara, como siempre. Bien sabía ella donde estaba en cada momento, en cada respiración. Yacía en posición fetal sobre un lecho de cojines carmesí, recostada sobre su lado derecho, y abrazaba con temblor un enorme rubí rojo.

La mujer se acercó aún más. Sus ropas negras susurraban a su paso, mientras que la nube de máscaras de colores que la rodeaba danzaba lentamente alrededor de ella. Sus ojos reflejaban una seguridad que muchos confundían con arrogancia, su cuerpo entero era una imagen de confianza y fuerza que ignoraba la palabra derrota.

Su rostro le devolvió la mirada desde el lecho de cojines. Estaba desnuda, a excepción de un colgante en su cuello, similar a una punta de flecha, y un anillo de dragón en su dedo anular, ambos de plata y negro. Rebosaba amor, rebosaba empatía, y por todo ello dolor, tristeza y desesperación, un canto a la vulnerabilidad.

- Mi amor... no deberías seguir llorando. Sabes que no lo hago por verte sufrir, si no al contrario.- susurró, arrodillándose junto a ella y acariciándole el largo cabello oscuro.- Eres demasiado sensible. Amas demasiado.- suspiró.- Eres demasiado leal e inocente como para odiar, como para que las cosas no te afecten, y como para soportar la realidad.-

- Lo sé... lo sé... siento tanto dolor...- los húmedos ojos de la joven desnuda la miraron, amenazando lágrimas de cristal como las que la habían guiado.

Frente a frente. Un espejo. Un reflejo. Dos mujeres idénticas en cuerpo y rostro hablaban en la cámara de rojas paredes veladas.

- A veces me pregunto por qué no tomas mi lugar...- la joven se pasó una mano por las mejillas, tratando de borrar los rastros de lágrimas.- Tú eres fuerte, sobrevives. Das la cara al mundo. Yo soy demasiado débil.-

- La cara que el mundo necesite ver.- contestó desdeñosamente haciendo un vago gesto hacia sus máscaras, cuya variedad de colores iba del blanco puro al negro profundo, pasando por todos los tonos del arco iris y derivados- Pero yo no sería nada sin tí, mi pureza, mi luz.- la tomó entre sus brazos, estrechándola con ansia.- Tú eres mi fuerza. Nadie más me importa, sólo tú ocupas mi corazón. Lo sabes. Yo sólo te amo a tí.- la pasión se destilaba en su voz, en la mano que acariciaba la frágil mejilla.

- ¿Y qué hay de los demás? ¿Amigos, familia?- inquirió en un susurro el pajarillo herido.

- Sólo tú.- repuso con fiereza.- Los demás me importan en la medida que tú los amas. Si te hacen llorar o ponen una sonrisa en tu rostro.- le estrechó aún más contra sí.- Sin tí, no tengo razón de existir.-

- Deberías relegarme aquí, y dejar de vivir un tiempo compartido...-

- Mi amor, mi pureza, sabes que eso es como pedirle a la luz que no arroje sombras. Tú y yo estamos unidas del mismo modo que la vida y la muerte. La existencia de una define automáticamente a la otra.-

La miró a los ojos... sus mismos ojos, ¿pero de cual de las dos? Atrayendo el rostro inocente hacia ella, la besó, lenta, amorosamente, acariciando los labios de su compañera con los suyos propios, compartiendo una caricia íntima que sólo los verdaderos amantes conocen.

- Yo soy la fortaleza. Tú el tesoro que alberga. Sin mí para protegerte, te romperías en mil pedazos y nadie lograría recomponerte. Sin tí, yo no tengo nada que me frene, nada a lo que amar, nada que proteger. Mi existencia sólo tiene sentido gracias a tí. Nací para velarte, mi luz.-

La joven desnuda se dejó querer, sujetándose a su contraparte como una niña pequeña a sus padres.

- Tú nunca me dejarás, ¿verdad?- rogó, desesperada.- Nunca me dejarás. Estarás conmigo... ¿para siempre?-

La mujer sonrió.

- ¿Sólo me quieres contigo para siempre?- acarició el oscuro cabello.- Mucho más que para siempre, mi pureza, mi luz, mi corazón.-

Ambas necesitaban de la otra para vivir. Y demostraban que "para siempre" existe.


Un alma puede tener dos cuerpos. Y dos nombres.

Otro fragmento en su colección de historias.



(¿Quién es la que responde a cada nombre?)

2 comentarios:

Kimuko dijo...

Esas dos partes de ti, como bien has dicho, se necesitan la una a la otra y es precisamente el hecho de que las dos sean tú la que te hace ser como eres. Y eso nos gusta.

Un beso enorme, preciosa :*

Pacuxo dijo...

me ha encantado,realmente bonito,muuuu bien!^-^