Una nueva lápida, un simple viento de inspiración que cruzó el Cementerio del Alma Condenada, le desgarró el corazón y escribió versos con su sangre.
A veces no hay una explicación coherente, una razzon aparente, a veces no existe un por qué.
Hay noches en las que el Alma Condenada se emborracha con los recuerdos que la asaltan traidoramente y sin previo aviso.
La Sombra del Trobador rasga las cuerdas de su laúd de niebla para acompañarla y en un cáliz de plata le sirve el licor onírico. Ella bebe y continúa tallando.
A veces simplemente porque sí.
"Dadme a beber
vino de olvido,
que no tengo amado,
que no tengo amigo;
hoy la melancolía
gobierna mi castillo
mirando al pasado
anhelando lo desvanecido
ojos de inocente
y alma de niño.
Dadme a beber
vino de olvido,
que no tengo azar,
que no tengo sino;
entre la sombra y la luz
discurre mi camino,
no puedo desandarlo,
ni repetir lo vivido,
ya no soy la que era,
algo se ha perdido.
Dadme a beber
vino de olvido,
que no tengo amado,
que no tengo amigo;
tan cansada, quiero cerrar
mis ojos con un suspiro,
y al abrirlos comprobar
que mi sueño se ha cumplido,
ahogarme en mi copa
desafiando al destino.
Y por ello te suplico:
dame a beber
vino de olvido."
(Mal asunto cuando te asalta la melancolía sin una razón aparente... pero me gusta la primera estrofa, me salió tan parecida a una cantiga medieval... mañana será otro día...)