Calurosa noche de estío. La luna llena, que normalmente opaca con su brillo los destellos de las estrellas, ve las reglas habituales romperse en el cielo de tonalidades moradas que cubre el Cementerio. Y el Alma Condenada pasea, enfundada en unos pantalones y una gabardina larga negras que se mece al compás del viento junto con sus cabellos.
La Sombra del Trovador, acodada en un árbol, la observa con cariño. Junto a él, demonios, duendes, espíritus, ángeles de piedra. El ronroneo de sus susurradas conversaciones llena el lugar como el canto de unas sobrenaturales cigarras.
Parecen preocupados.
La Sombra se giró hacia ellos con una sonrisa.
"¿Por qué tan inquietos?"
"Es que..." un demonio eligió hacer de portavoz "... cada vez que Ella sale, tenemos miedo. Miedo de que no regrese. A veces pasa tanto tiempo lejos..."
"Despreocupaos. Recordad que somos su Mundo y su Corazón. Ella jamás nos olvidará."
"¿Pero y si encuentra mejores reinos lejos de nuestro oscuro Cementerio?"
Sin contestar, la Sombra del Trobador volvió a mirar al Alma Condenada, que cantaba bajo el Árbol de las Esferas con voz tenue. Sus largos y ágiles dedos tañían el laúd de boj.
Las esencias miraron al Trobador. Aguardaban su respuesta.
"Por muchas aventuras que viva, por muchos lugares inexplorados que descubra, por muy lejos que se vaya... Ella siempre regresará. Porque éste es su hogar."
(Porque siempre hay un lugar al que regresar... aquel del que saliste, aquel que recordaste en noches nostálgicas mientras pasabas de una aventura a la siguiente, aquel donde dicen nació una leyenda, aquel donde está lo que más amas... un héroe siempre regresa a su hogar...)
1 comentario:
Ultimamente, más que esclarecer tu estado, me dejas en la más absoluta de las confusiones... Sigue así, solo me confundes cuando estás feliz.
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