Toda historia tiene un principio...


... y esta aún no ha llegado a su final.

Pero para entender el Ahora, debes conocer el Ayer.

En esta crónica plagada de claves, de secretos, de metáforas, simbolismos y sueños, sólo quienes comiencen el viaje desde el mismo punto en que se inició lograrán comprenderlo.

Toda historia tiene un Principio. Comiénzalo.




sábado, 28 de junio de 2008

La prisión y la llave



Acercaos, tomad sitio junto a nuestra hoguera y escuchad los fragmentos de cuentos inconclusos. Hoy vengo a contaros una de esas historias.

Corría el suave viento de invierno cuando el felino llegó a los acantilados. Él venía de las cálidas Islas Estivales, y a pesar de conocer bien a la Terra de Meigas no dejaba de fascinarle su clima, su forma, su vida. Fue sobre los acantilados que se encontró con la lobo. Estaba sentada sobre sus ancas, mirando al cielo con una expresión pintada en sus ojos miel que encogía el corazón de tristeza y nostalgia. Su largo pelo revoloteaba hacia atrás por culpa del viento.

El felino se acercó a ella y se sentó a su vez.

- ¿Qué haces aquí sola?- preguntó.

- Esperar.- fue la respuesta.

- ¿Y qué esperas?-

- La libertad en la condena, la liberación en las cadenas que más fuerte atan.-

- ¿Acaso estás prisionera?-

- Sí, y ésta es mi prisión.-

- Pero no hay muros, ni ataduras. Eres libre de marcharte cuando quieras.-

- No, no lo soy.-

- ¿Pero qué es lo que te encierra?-

- Estoy presa en una cárcel
más alta que el orgullo,
más profunda que el dolor,
más fuerte que la esperanza,
más impenetrable que el secreto,
más encadenante que la responsabilidad,
más duradera que el tiempo,
más frágil que el cristal,
más irrompible que el metal,
más hermosa que la belleza,
más terrible que la crueldad,
más helada que la Luna,
más ardiente que el Sol.-

- ¿De qué estás prisionera?-

- Del Amor.-

- ¿Y cómo puede el amor retenerte en la cima de estos acantilados, mirando al mar con añoranza?-

- Porque mi amor alzó el vuelo sobre las aguas, y ascendió hasta donde yo no podía seguirle. Hubiera nadado por él, pero no me lo permitió. A veces, puedo verle aletear por los cielos desde aquí.-

El felino se sentó y contempló el mar a su vez. Con una sonrisa, volvió a mirarla.

- Y no podría yo convencerte de que dejaras tu prisión... ¿sólo por hoy, unas horas?-

- ¿Qué llave ostentas para pedir eso?-

- La llave que abre todas las puertas,
certera como el rayo,
duradera como la eternidad,
reluciente como el diamante cuando es pura y verdadera,
la llave que abre las cadenas
del amor y la condena,
la llave de la esperanza,
la Amistad.-

Dicho esto, el felino se levantó y brincó unos metros. Y la lobo, con una tímida sonrisa, lo siguió. Sólo por un rato, pensaba. No puede hacerme daño. Me vendrá bien.

Entonces, su manada la rodeó, la princesa canina le dirigió una dulce risa, el pájaro de fuego revoloteó acompañado por el dragón grulla sobre su cabeza, el cuervo graznó en su hombro y el lobo de ojos claros le acarició el cabello con su pata. Así salió la lobo de su prisión autoimpuesta y supo que fue una necia por no darse cuenta de que no estaba sola.

A veces, muy pocas, regresa a su celda en los acantilados y otea el horizonte. Porque no puede evitar las cadenas que la unen a ese recuerdo, sí, ya sabe que es sólo un recuerdo y su Amor ya no existe pues ya no es él, pero la esperanza la empuja.

Y siempre que tarda demasiado en volver de los acantilados, alguien va a buscarla.

Porque no está sola.



(Aquí concluye este fragmento, pero la historia aún se sigue escribiendo...)




2 comentarios:

Kimuko dijo...

Bueeeno, te dejamos ir a los acantilados un ratito cuando te haga falta siempre y cuando lo hagas acompañada, ¿vale?

:****

Anónimo dijo...

A un panal de rica miel...

No hay cárcel mas dura que la que construimos nosotros mismos, a nuestro alrededor, ya que solo uno mismo puede permitirse cruzar la puerta.